Conoce a Ale
Por Rebecca Landry
Una persona curiosa y analítica, Ale misma dice, “Me apasiona ver cómo funciona el ser humano.” Eso le sirve bien como psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas. Lleva desde 2020 trabajando junto con Kari aunque es boliviana y ha vivido en Bolivia toda su vida. La distancia no ha sido un obstáculo.
Su corazón está en restaurar la sexualidad en las personas, específicamente en el área del abuso sexual y consumo de pornografía. Ella ve su título de psicóloga y sexóloga como recursos para llevar a cabo lo que Dios le ha llamado a hacer.
Conoció a Dios con 16 años y desde entonces, Ale está viviendo una vida de “sí” a lo que Dios le pide.
Después de vivir un abuso sexual en la infancia, Ale ha transitado y sigue pasando por un camino de sanidad y ahora, trabajando junto con su esposo, le apasiona llevar restauración a la vida de otros en esa área.
Esperanza después del abuso
Podríamos empezar esta historia diciendo que desde la sanidad de su herida surgió el llamado a ayudar a otros en esa misma área. Pero Ale no lo ve exactamente así. Ella dice:
“Yo, cuando era pequeña, he tenido una experiencia de abuso sexual. Pero no me gusta decir que yo [trabajo en la restauración sexual] porque he sido abusada porque no es verdad. Es algo que yo misma he creído por mucho tiempo, pero es una mentira que yo tenía en mi mente y en mi corazón. En verdad hago esto porque Dios me ha llamado a hacer esto. Me ha creado para hacer esto. Siento que Dios ha depositado recursos en mí para hacer esto.”
Ella sabe que Dios no es el responsable de que abusaran de ella. Sabe que Dios no permitió su abuso para que ella tenga una historia que contar.
“Por la maldad y el pecado que hay en el mundo, yo he sido víctima de abuso sexual por una persona que ha tomado malas decisiones en su vida. Eso me ha roto de muchas maneras.”
Siente que Dios le ha creado para entregar esperanza a los que han sufrido abuso sexual. ¿Ella ha sufrido para dar esperanza a otros? Ale dice: “Alguien ya ha sufrido para dar esperanza a otros y no soy yo — es Jesús.”
Durante su infancia, sufría el abuso sexual, pero con esa edad no estaba consciente de lo que le estaba pasando. En la adolescencia, llegó a entender plenamente del daño que sufrió y sentía la vergüenza que el abuso trae. Comenta: “Hoy entiendo que vivía avergonzada porque alguien usó mi cuerpo para pecar.”
La vergüenza le llevaba a decidir nunca jamás hablar del tema. Entonces, ¿cómo ha llegado al día de hoy, ayudando a otros después del abuso sexual?
Cuando Ale tenía 10 años, su madre empezó a ir a la iglesia, pero Ale no quería ir porque no lograba sentirse parte. La creencia de que abusaron de ella y Dios no hizo nada, le impedía relacionarse con Él.
Con el paso de los años, el abuso sexual estaba calando profundo en su interior y tenía depresión, además de ideas e intentos de quitarse la vida. En ese entonces ella no conectaba los síntomas que experimentaba con el abuso sexual.
Hasta ese punto, su relación con Dios era con puño levantado, reclamando. Pero la última vez que intentó quitarse la vida, pidió ayuda del Señor — que se muestre, que muestre que vale la pena vivir y que dé sentido a la vida. En ese momento conectó con Dios.
Dios fue paciente, tierno y amoroso y esperó un tiempo antes de tocar el tema del abuso con Ale porque sabía que era un tema sensible para el cual ella no estaba lista aún.
Ale lo describe: “Empecé a escuchar la palabra de Dios, que es lo que empieza a cambiar tu manera de pensar y eso es lo que empieza a sanarte. No diría que ha llegado un día de gran sanidad, pero ha sido ese proceso de rodearme de otras personas, de oír cosas diferentes, de dejarme amar por otras personas y ese ambiente de amor ha empezado a cambiar mi corazón y a transformarlo.”
Después, cuando estaba estudiando en la universidad, el Señor empezó a tocar el tema del abuso con el propósito de sanarla. Poco a poco, Ale empezó a abrir su corazón a la sanidad. Y en el camino, Dios proveía situaciones para desarrollar el propósito de llevar esa misma sanidad a otras personas.
La sanidad del abuso sexual es un proceso y es uno que ella siente que sigue transitando mientras Dios va develando el camino de la sanidad. Tanto que el año pasado (con 32 años) le contó a su padre por primera vez del abuso — un paso que también formaba parte de su proceso de sanidad.
Hoy en día, desde su propio camino de sanidad, ayuda a otros.
Su trayectoria profesional
Ale nunca ha trabajado en otra cosa que no sea la psicología. Su experiencia y estudios incluyen la psicología organizacional, recursos humanos y el gabinete de psicología en colegios.
Pero aun antes de esos trabajos y estudios se encontró con un entrenamiento para educar a otros en la prevención del abuso sexual. Una cosa llevó a la otra y la gente a su alrededor se fue enterando de que Ale estaba capacitando a otros en el tema de prevención de abuso.
Al desarrollar esos talleres, la necesidad de ayuda era tremenda. Muchas personas con una historia de abuso también se presentaban con consumo de pornografía. Por eso Ale empezó a tratar el tema de porno también. Su conocimiento ha sido en respuesta a las necesidades que surgían.
Ella llegó a trabajar con casos de abuso sexual en la alcaldía de su ciudad en la defensoría de la niñez y la adolescencia. Como si fuera el lema de su vida, dice, “Siempre he dicho a Dios que si a lo que me iba poniendo delante.”
El encuentro con Kari
En su primer año de matrimonio, Ale se encontró con un video de Kari sobre la pornografía. En Bolivia, no había psicólogo cristiano de referencia en cuanto a combinar la fe y la ciencia. ¡Ni pensar en un sexólogo cristiano de referencia!
Así que cuando escuchó a Kari, era esa referencia que Ale tanto buscaba y allí empezó su relación. Dicen que el éxito trata de a quién conoces en la vida. ¿Es así en el caso de Ale?
Ale dice, “Pues sí. Si conoces a Dios, él conecta propósitos y tiene trazado un plan para tu vida. Pon a Dios como tu único punto de apoyo para hacer las cosas. Que Dios esté involucrado hace toda la diferencia.”
Quería saber y estudiar lo que Kari estudió. Entró en el máster de sexología y sigue con el llamado para trabajar en la restauración sexual.
Ahora, su día a día consiste en terapia individual y de pareja. Acompaña a personas en sus procesos (desde la psicología y sexología), dándoles herramientas y recursos y ayudándoles a visibilizar recursos que ya tienen.
Codo a codo con su esposo
Al hablar con Ale, se nota enseguida su estrecha relación de amistad y compañerismo con su esposo, Jhona, diseñador gráfico, de páginas web y asesor de marketing digital.
Se casaron en julio del año 2019 y ahora tienen una relación de colaboración también a nivel profesional, ya que Jhona colabora con Kari y Ale colabora donde trabaja Jhona, un ministerio que se llama Enseñanzas para el Corazón.
Los dos siempre han querido que la vida laboral y ministerial vayan de la mano, no separados, que es justo lo que están viviendo ahora.
Además, ella ha visto su matrimonio como fundamental en su desarrollo personal. Es sabia, buena consejera y suficientemente humilde para preguntar “¿Cosas malas también te digo?”, cuando simplemente le pregunté sobre sus características.
Me relató su tendencia a controlar, a interpretar situaciones desde el rechazo y unas cosas más. Con confianza y paz concluye diciendo que habrá más características de las cuales no es consciente, pero que tiene paciencia para que Dios le vaya mostrando y sanando en el futuro.
La proyección al futuro
¿Cuál es la meta de cara al futuro?
“Puede sonar muy espiritual,” dice Ale con una sonrisa, “pero lo único que quiero hacer es cumplir con el sueño de Dios. Sé que al crearme tenía un propósito y ha soñado algo y quiero cumplir eso y lo que eso implique.”
No está aferrada a posiciones laborales ni ministeriales. Si mañana Dios decide que va a cumplir ese sueño limpiando baños, está dispuesta. En principio se queda en Bolivia, aunque Ale y Jhona siempre han tenido una inquietud de ir a otro lugar para servir a Dios.
Dicho eso, está contenta y disfruta haciendo terapia, ya que siente el privilegio de tener una primera fila para ver cómo Dios transforma vidas.